Soy malísimo para los nombres propios y tengo muy mala memoria. Además del fútbol, mi deporte favorito es exagerar y equivocarme en las predicciones.
La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Para remplazar a Omar Pérez, el 10 genial que por muchos años surtió a Santa Fe de ideas y de noches felices, el semestre pasado se rencauchó a Armando Vargas –que jugando sin la presión de Bogotá en el Tolima amagó con volver en un nivel interesante–. Su vuelta fue un fracaso total y casi siempre que jugó hizo extrañar con dolor al Chipakero. Terminó como un suplente del montón y muy resistido por la hinchada.
Antes, el último 10 diferente a Omar, Jonathan Gómez, a pesar de dejar un sabor mucho más dulce que Vargas, también salió del equipo dejando la sensación de incapacidad creativa y amarga intermitencia; aunque muchos lo recuerdan con cariño, a él también le llovieron chiflidos y putazos.
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Ahora, para este semestre, el encargado de poner las ideas se llama Diego Guastavino, que vino a Bogotá a cerrar su carrera –con 33 años y con todo aprendido–. Y pasa que hoy, siguiendo el ciclo infernal, con el partido apunto de terminar y con un Santa Fe empantanado, impotente, indefenso y pelotiando, en El Campín se volvió a sentir el desengaño. “Otro paquete más”, “otro extranjero sobrevalorado”, “humo, más humo”.
No juzo al hincha. Desde hace un rato que ir a ver a Santa Fe es renunciar a contar tres pases seguidos. Entiendo que, vencido por la impotencia, le de ganas de individualizar la culpa y señalar a los que están ahí para sacar al equipo del pantano (entiendo, creánme, la nostalgia por Omar). Sin embargo, hoy me fui de la cancha pensando que mientras en Santa Fe no se entienda visceralmente que ya es hora de buscar un modelo diferente, en el que prime la creatividad y no el nervio, podrán traernos a Macnelly, al mismo Juan Fernando Quintero, y seguiremos en las mismas.
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Esta noche, como contra Rampla en Uruguay, volví a ver en Guastavino a un jugador ingenioso, con buenas maneras, que batalla por poner el sentido y el tempo. Y que sufre. Y al que el equipo le da la espalda: Gordillo no se la da nunca redonda, Plata no le devuelve ni el saludo, Baldomero entrega una bien y una mal, y cuando logra tener el balón en los pies el volumen en ataque es tacaño.
Así que creo que nos llegó la hora de buscar las razones del mal y no sus consecuencias. En Santa Fe el número 10 juega mal porque el equipo juega a no jugar. Y así es muy jodido.
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Antena2
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