Detrás del fútbol hay un mundo invisible que se hace presente en cada partido. Luis Gabriel Galán le cuenta por qué hasta en una celebración de Neymar hay un trasfondo religioso turbio inimaginable.
Cuentan que el pastor de la Iglesia Bautista Peniel en Sao Vicente, localidad obrera situada a una hora de Sao Paulo, estaba predicando un sermón dominical cuando se paró ante un joven adolescente y le dijo que se pusiera de pie. Ante unos 600 feligreses, le dijo al joven que Dios le había hablado y revelado que él sería uno de los más grandes jugadores de fútbol del mundo. El pastor se llama Lobato Filho; y el chico, Neymar Junior.
Esta historia y su secuela parecen sacadas de algún libro polvoriento de la hagiografía cristiana milenaria. No lo es en absoluto. Neymar es uno de muchos futbolistas cristianos en una Latinoamérica cada vez más cristiana. Las Iglesias Pentecostales, especialmente vigorosas en los Estados Unidos en donde anclan sus raíces, difieren de la Iglesia Católica Romana en numerosos aspectos complejos. Su diversidad dificulta ofrecer una sola imagen. Es cierto que no reconocen la autoridad del Papa en Roma y que todas reconocen a Jesús como salvador de la humanidad. Pero algunas descreen de la Trinidad y niegan la inmaculada concepción de María. Muchas de estas iglesias pertenecen a redes globales, pero cuentan con autonomía teológica y electoral. Comparten con el catolicismo la importancia concedida al bautismo como rito que limpia el pecado original y nos prepara para la salvación. Y sin embargo, a veces, esta salvación refulge en el milenarismo, antiguamente imaginado como un nuevo advenimiento de Cristo en la tierra para combatir al Anticristo e instaurar un reino de Dios. Una creencia que ha languidecido entre los católicos romanos en los últimos siglos.
En efecto, en el escenario de la Copa América en los Estados Unidos el fútbol y las iglesias cristianas estarán en casa. Allí, el deporte se ha propagado notoriamente desde la década de 1990, de manera especial entre las nuevas generaciones hispanas. Para los jóvenes entre los 12 y 24 años de edad, se ha convertido en el segundo deporte más popular tan sólo detrás del fútbol americano. Los éxitos de la selección femenina en los mundiales, las nuevas franquicias internacionales como la del Manchester City en New York, las estrellas europeas disfrutando su lento ocaso, ha avivado una joven pasión que se esparce como una hoguera.
Allí también, curiosamente, las iglesias pentecostales, como aquella de Neymar, no dejan de crecer desde la década de 1960. En grandes recintos ofrecen a las multitudes de feligreses consejos sobre negocios, involucran a sus fieles en venturas donativas y prometen la gracia enriquecedora de Dios.
Tal y como en Brasil, estas redes de iglesias que se expanden por América y África, prometen dinero con el título de justo premio de Dios.
He aquí una filosofía tallada a la medida del mundo moderno, capaz de conciliar la búsqueda de Dios y la búsqueda del pan de un simple golpe. Muy a pesar de que Neymar use cintas con el lema “100% Jesús”, estos mensajes parecen tener poco eco en las palabras de Jesús. En una sociedad capitalista con grandes desigualdades sociales, la visión de fieles selectos que triunfan económicamente como Neymar, Falcao, Kaká, o James Rodríguez, puede resultar para los jóvenes tan tentadora como la visión del Éxodo bíblico hacia una tierra prometida.
Y sin embargo, los vínculos de Neymar y otros futbolistas con la religión desbordan sus tatuajes y palabras. Merecen ser rastreados más allá del ámbito del fútbol. El padre de Neymar, quien ejerce como su representante, confesó en una entrevista que seguía donando el 10% del salario de su hijo a la Iglesia Bautista Peniel. Esto parece un suma considerable pero no debemos volarla fuera de toda proporción: cinco pastores en Nigeria manejan cómodamente $200 millones de dólares. Edir Macedo, fundador de la famosa Iglesia Universal del Reino de Dios (1977), cuenta con activos estimados que exceden el billón de dólares, incluyendo 16 estaciones radiales. Con tales cifras en sus manos, algunos pastores de Brasil no siempre han logrado sacudirse la sombra del escándalo. El dinero de Neymar y de otros fieles ha terminado financiando campañas electorales y propiciando otros negocios no siempre lícitos. Uno de los más famosos pastores en Brasil, Estevam Hernandes, pagó un presidio por evasión de impuestos de cinco meses en el 2009. Esta puede ser apenas la punta del iceberg.
No corremos demasiado riesgo al decir que al Papa Francisco no le gustarán los goles de Neymar en Río. Su nacionalidad bien puede ser lo de menos. El Papa ha tornado su mirada hacía África, obligado por la expansión de las iglesias pentecostales. Su bastión americano durante más de cinco siglos se derrumba, como lo demuestran algunas cifras confiables. En Brasil, los católicos declarados han descendido del 89% al 65% de la población en los últimos años, muchos de ellos engullidos por las iglesias pentecostales.
La evangelización es una vieja historia inacabada. Y es en este vasto contexto que debemos enmarcar los goles de Neymar y sus tatuajes bíblicos. Existe una partida más amplia, que juega en todo el mundo, en la que Neymar apenas es un valioso peón. El Dios de Neymar, más parecido al del Antiguo Testamento, inolvidable por la anulación de los hombres, enigmático y a la vez inclemente, que promete dádivas, reinos y riquezas a quienes se arrodillen ante él, se enfrenta al Dios del Nuevo Testamento, cuya pobreza, desprendimiento, austeridad y humanidad quiere representar el Papa. ¿Cuál de los dos dioses será más fuerte? Este verano es posible decir con seriedad y hasta con responsabilidad, que cada gol puede ayudar a inclinar la balanza.
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