James no necesita que usted lo defienda

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Retrocedamos. Real Madrid-Barcelona. La liga está en juego en el Bernabéu. Es un partido apretado, eléctrico, el mejor Clásico en años, 1-2 para el Barca, roja a Sergio Ramos, diez minutos en el reloj… Y entonces pasa lo impensado. Dos sorpresas: la primera, que Zidane mete a James, la segunda, que a los dos minutos de entrar el 10 hace una diagonal ‘radameliana’ en el área y pone el gol del empate.

 

En Colombia, con razón, todos nos emocionamos. Fue un momento eufórico, de celebración rabiosa, incluso para algunos culés criollos. Pues a James, a nuestro James, lo amamos, y desde que está ‘tachado’ por Zidane una porción grande del país ha comenzado una campaña chauvinista de protección. ‘Los guardianes de James’ han dejado de lado cualquier argumento futbolístico y se han enganchado en una pelea personal con el entrenador. Inmediatamente después del gol contra el Barça, el Instagram de Zidane se convirtió en un mar de insultos propiciados por una turba furibunda, maleducada y, sobre todo, ridícula.

 

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Sin embargo, lo más cómico del asunto es que la actitud guerrerista que ha poseído al país en los últimos meses contrasta dramáticamente con aquella que ha mostrado el único verdadero perjudicado del asunto. Mientras acá unos se rasgan las vestiduras lloriqueando e insultando a diestra y siniestra por su suplencia, James espera ecuánime y en silencio a que le llegué su oportunidad. Su profesionalismo hace que nuestro folclor ‘barrabravil se vea aún peor.

 

Parece que, de todos, él es el único que ha digerido con dignidad su propia realidad. Juega en Real Madrid y sabe, mejor que nosotros –porque los ve entrenar a diario–, que sus compañeros son todos jugadores de élite. Digamos lo que digamos de este lado del charco, los Iscos, los Asensios y los Lucas Vásquez también están a la altura.

 

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No había entrado a la cancha y ya nos estaba dando una lección. Iba a jugar escasamente diez minutos, pero incluso así, con la ilusión de un niño, miraba y escuchaba atentamente las instrucciones de “ese calvo envidioso”. Después, sin reproches y jugando a tope, hizo lo que el contexto y su entrenador le pedían: un gol. Aunque el resultado fue amargo para el Madrid, James respondió, él solito, como tenía que responder: con su talento, con su zurda mágica y en un partido determinante.

 

Las circunstancias han sido difíciles y las decisiones de Zidane no le han favorecido. Así las cosas, seguramente este habrá sido su último clásico. No obstante, con el gol, compró créditos para lo que resta de la temporada. La Champions está cerca y la Liga está ardiendo. Ojalá pueda ser determinante; y si lo es, lo será por sus propios medios, porque es un crack. Él no necesita de su ayuda, ni la de nadie, entonces deje que se defienda solo.

 

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Futbolete


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