La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Hablemos de Cristiano Ronaldo. Pero no hablemos de si fue o no acertada su decisión de irse a la Juventus después de haber ganado todo con el Madrid. Tampoco hablemos del comienzo pálido y descafeinado en su nuevo equipo, ni de su escandalosa expulsión en el primer partido de Champions. No nos ocupemos de evaluar qué tan ciertas pueden llegar a ser las acusaciones de acoso en su contra (tema preferido de la prensa colombiana por estos días), ni le botemos corriente a imaginar cuál es el verdadero motivo por el que CR7 no figura en la última convocatoria de Portugal. Todo eso es puro cuento; especulaciones, suposiciones, chismes. Sí, chismes: cizaña barata. Cristiano sigue figurando en los titulares y, sin embargo, parece que el mundo del fútbol se hubiera olvidado de él.
Su paso a la Juventus fue todo un golpe de autoridad por parte de CR7. Fue una forma de decir “aquí estoy yo, una vez más, haciendo lo que quiero porque soy el mejor”. A los 33 años (los mismos de Abel Aguilar), sin absolutamente nada que demostrar, CR7 confirmó que su ambición no tiene límites y empacó las maletas para triunfar en Turín. De lograrlo, habrá dominado las ligas de Inglaterra, España e Italia y se la pondrá todavía más difícil a los que lo pintan como un mero segundón en la Era Messi. En fin. Cristiano honró por enésima vez la profesión de futbolista, se negó a asumir el final de su carrera y esto, al parecer, ‘le rayó el parche’ a más de uno.
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Primero, la prensa malintencionada empezó a encender las alarmas por la falta de gol de Cristiano en el arranque liguero. Habían pasado apenas tres fechas, cuando los chacales de la prensa deportiva ya decían que CR7 “no era el mismo”, que “se le había apagado la chispa”. ¡Tres miserables partidos! Yo quiero ver a qué jugador le exigen que se adapte a tal rapidez, a quién, sino a Cristiano, le exigen una respuesta tan inmediata. El tamaño de la exigencia, definitivamente, habla de la grandeza del personaje. Y, como era de esperar, cuando CR7 abrió la lata, los críticos se esfumaron. Ay, los periodistas, expertos en tirar la piedra y esconder la mano.
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Luego, cuando el nivel de Cristiano ya no daba lugar a dudas, se presentó el episodio de la expulsión en Champions. Episodio, además, muy desafortunado, porque tuvo a un colombiano implicado y, de acuerdo con nuestra lógica ultra-nacionalista, lo que es con uno de los nuestros es con todos. Si había algo de simpatía por Cristiano en Colombia, se esfumó en el momento en que Murillo simuló una agresión y se cargó el debut europeo del portugués. Aquí ya no se habla de Cristiano si no es para criticarlo, burlarse de él o, como pasa por estos días, señalarlo y tildarlo de criminal.
En cuanto a los señalamientos de acoso sexual, hay mucha tela que cortar. Tanto, que quizá lo más responsable sea no discutir aquí qué implicaciones tiene. En el mundo, una acusación de estas ha venido a significar lo mismo que una condena. Se acabó la presunción de inocencia. ¿Será cierto? ¿Será culpable? Como dije, esas son cuestiones que ni siquiera nos competen. Que de eso hable la justicia, pues es lamentable que, una vez más, el planeta fútbol gire en torno a algo que no tiene nada que ver con la pelota y que, en el caso de Cristiano, todo parezca reducirse a una acusación que todavía está en estado de investigación.
Primero, la excusa era su cambio de equipo, su supuesta equivocación. Luego, el pretexto fue la expulsión en Champions y su llanto poético. Ahora, el tema del presunto acoso, su no-convocatoria y la preocupación de los patrocinadores son los motivos por los que hablamos del portugués. Qué lástima, la verdad. Hablemos de Cristiano. Hablemos bien o mal, pero hablemos de su fútbol. Miren que el fútbol ya se parece suficiente a la farándula como para que nos dediquemos a acabar a uno de los más grandes jugadores de nuestro tiempo a punta de chisme y cizaña barata.
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