Así le ganó Chile 1-2 a Ecuador y se clasificó a cuartos de final.
Partido ideal para un viernes a las seis pe eme. Uno lo pone ahí de fondo mientras se va acicalando para la farra y de reojo lo va mirando. En otras palabras, partido-bodrío. Pero nosotros, que nos esforzamos hasta por perfumar un bollo, no nos damos el lujo de ver los partidos de reojo y sí, estuvimos pegados al televisor los noventa minutos.
Al primer tiempo –contra todo pronóstico– se le cayeron dos goles. El primero de córner que metió Fuenzalida (GO-LA-ZO) y el empate de penal de Enner Valencia. De resto, una de las ya clásicas pausas anticlimáticas del VAR para poner una amarilla (sí, una amarilla) y nada más. Bolillo y Rueda, que están los dos con matrícula condicional, le transmitieron a los del rectángulo el nervio con el que están viviendo estos días de Copa.
El segundo tiempo empezó con un bis armónico para Chile. Cinco minutos, centro desde el costado y Alexis Sánchez con el clásico y siempre efectivo remate contra el pasto. Otra vez arriba, otra vez clasificado, Reinaldo se curó en salud y prefirió no tentar a su compa El Boli. Sacó a Fuenzalida y metió a un tercer central para abrochar el cerrojo.
Y entonces se confirmó que Ecuador (¿en qué momento cambió tanto el país hermano?) es de esos equipos a los que solo basta con entregarles la pelota para complicarles la vida. Incluso volcado atrás, se intuyó más cercano el tercero de Chile que el empate de Ecuador.
Para colmo se lesionó Romario Ibarra –vaya nombre erótico– y se llevó en la camilla el poquito fútbol-erótico que tenía Ecuador.
Al final, en medio de la lluvia de faltas y tarjetas con la que terminó el partido, y aunque la diferencia seguía siendo de un gol, se notó que tanto los jugadores dentro de la cancha, como Hernán Darío en la raya y nosotros en el sofá de la oficina HB, sabíamos que la vaina no iba a cambiar.
Sonrisa para Reinaldo, que fiel a sí mismo va callando bocas. Estrés para El Bolillo, que si termina la Copa con trabajo será un milagro.
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