Equipos eternos: Chelsea 2008

273

Compartir artículo:

Le presentamos al Chelsea más memorable de todos los tiempos.

 

Desde que Román Abramóvich se hizo con el control del Chelsea en 2003, se ha jugado 13 veces la Premier League. De esas 13 ligas, cinco han sido para los blues. ¿Cuál es el Chelsea más memorable? Es una pregunta difícil, muy difícil… habría que hablar del que consiguió el bicampeonato de liga en la primera etapa de Mou, con Arjen Robben y Tiago y Damian Duff. También habría que recordar al sorprendente Chelsea de Di Matteo, que salió campeón de la Champions cuando absolutamente nadie (ni los propios hinchas) se lo esperaba. Sería injusto dejar pasar al Chelsea de Ancelotti y no darle mérito al de Conte; pero a la hora de recordar, de saber quiénes somos, de preguntarnos por nuestro pasado, es muy útil mirarse las cicatrices. Hay heridas tan hondas que nunca sanan.

 

Otro equipo eterno: El Boca de los colombianos. 

 

El Chelsea llegó a esa final después de una temporada muy convulsa. Mourinho, fiel a su estilo, se largó en septiembre después de un mal arranque de liga y le dejó las riendas del equipo a Avram Grant, un israelí amigo de Abramóvich que hacía de director deportivo. Grant no lo hizo nada mal. En Premier League logró dejar al equipo segundo, a dos puntos del Manchester de Ferguson. Y en Champions consiguió dejar en el camino al Olympiacos, Fenerbache y Liverpool, para enfrentarse en la final a su verdugo en liga, los Red Devils.

 

La cita fue en Moscú, un miércoles en la noche, en un  escenario poco propicio para grandes gestas futbolísticas. A los ingleses eso les importó un carajo y llenaron el Estadio Luzhniki, a 3.000 km de Londres.

 

Petr Cech, con su casco de gladiador, fue el ‘1’ del Chelsea. El lateral derecho y encargado de frenar a Cristiano Ronaldo esa noche helada, fue Michael Essien. Por la banda izquierda corrió el incansable Ashley Cole; y en el centro de la defensa, Ricardo Carvalho y John Terry sostenían un cartel que rezaba “muro impasable”.

 

Como eje de la mitad un solo hombre, Kanté antes de Kanté, un negrito que no se cansaba de correr y quitar pelota, para luego tocar y volver a correr: Claude Makélélé. Su energía era proporcional al número de tildes en su nombre. Lo acompañaban, como interiores, las figuras de dos naciones enemigas; Frank Lampard –inglés– y Michael Ballack –alemán– unieron el poderío futbolístico de estos dos países por primera vez desde la Tregua de Navidad. La pegada desde lejos, con este par de cañoneros, estaba más que asegurada.

 

Disfrute de esta postal. Eternos.

Jugar con este Chelsea en FIFA 08 era sencillamente trampa. En los extremos tenía a dos de los jugadores más rápidos de entonces: Joe Cole y Florent Malouda. No importa si regateaban o si hacían bien las coberturas, con lo que corría este par, lo único que tenían que hacer era ganarle la banda al lateral contrario y tirarle centros a Drogba. Al eterno Drogba, al indiscutible Drogba, al letal cazador Drogba.

 

Otro lindo equipo eterno: El River de los animales

 

El partido terminó 1-1 después de los 90. Cristiano adelantó al Manchester de cabeza y Lampard empató pescando un rebote en el área. En la prórroga, el palo, canalla, le ahogó dos veces el grito de gol al Chelsea. Minutos antes del final, Evra penetró en el área de los blues y le sirvió el balón a Giggs para que rematara al arco vacío… pero el disparo del galés se encontró con la cabeza del milagroso John Terry, dispuesto a cambiar su vida, su banda de capitán, su historia, por la copa. Después de expulsar a Drogba por un rifirrafe que armó con Tévez y Vidic, el árbitro señaló el final de los 120 minutos. El campeón se definiría desde el punto maldito.

 

Los primeros cuatro lanzadores hicieron su trabajo. Luego, Cristiano intentó engañar a Cech con una paradinha (¡ay la paradinha!) que terminó en lujo innecesario y fallido. Lampard confirmó la ventaja de 3-2 para el Chelsea. De cambiar por gol los dos lanzamientos restantes, los blues serían, por fin, campeones de Europa. Ashley Cole hizo lo suyo. El punto final lo debía poner John Terry, el imperturbable.

 

Caminó desde el mediocampo con paso tranquilo y soberbio. En su cara, el gesto de los que se saben triunfadores. Escupitajo e impulso. John eligió la derecha al mismo tiempo que “Pinocho” Van der Saar eligió su palo izquierdo. Engaño. Todo listo, Chelsea campeón… Hasta el resbalón de Terry y la pelota que, canalla, rozó el palo por el lado equivocado. Maldito Moscú, maldita noche helada, maldito campo resbaloso. Ahí se jodió todo, la herida fue demasiado profunda.

Chelsea no pudo reponerse y terminó segundo. La herida no curó, no ha curado. El Chelsea más memorable es y seguirá siendo ese que acarició la gloria. Las cicatrices nos ayudan a recordarlo.

 

Último equipo eterno: Juventus 2002-03


Lo más leído