Esta es la historia de la eterna mascota del Junior de Barranquilla. Conozca el origen del nombre, la historia del disfraz y de los personajes que están detrás de él.
Para su sorpresa, la historia de la mascota no arranca con Willy. El origen del disfraz inicia hace cuarenta años, cuando un barranquillero genio, Oscar Borrás, decidió ir al estadio con un disfraz de tiburón hecho con papel maché, alambre y cartón. En ese entonces, el apodo del Junior era ‘Los Miuras’, una raza de toro bravo muy deseada en las corralejas. Y no fue sino que Óscar, integrante de un equipo de natación llamado ‘Los Tiburones’, llegara al estadio para revolucionarlo todo y cambiarle el apodo al equipo.
“La gente lo asimiló porque aquí en Barranquilla hay una entrada llamada Bocas de Ceniza donde están los tiburones, en el encuentro del mar con el río Magdalena”, contó Borrás en una entrevista a la revista Soho. Desde ese momento, en 1978, el tiburón se convirtió en un ladrillo más del Romelio y luego, en el 86, en una parte del Metropolitano. No había partido al que no fuera, rival al que no le tirara los dientes. Tanta era la montadera que le metía a los equipos rivales que, en el partido que le dio la cuarta estrella al Junior, los hinchas de Santa Fe le rompieron el disfraz en el Campín.
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Entrando al nuevo siglo, el tiburón se fue poniendo viejo. Le llegaron los años y, según las directivas, perdió la gracia. Los Char, canallas, le quitaron la entrada libre al estadio —sin ninguna despedida, ni nada— y lo remplazaron con un tiburón más joven, más millenial, de plástico y además inflable: ahora sí, el propio Willy. Los bailes, la alegría y su performance costeño ciento por ciento, jubilaron, y, tristemente, tiraron al viejo de papel a la basura.
Así, después de cuatro décadas apareció el Willy que conocemos, el inflable. Un tiburón que le gana en baile al mejor salserín de La Troja, en mamagallismo a cualquier comediante de La Barra y en bacanería a cualquier costeño. El personaje que vive dentro de él se llama Willy de La Hoz y a punta de aguante y corazón se ha ganado el amor de todos los junioristas -y de todo el país. Obvio, también, por su forma de ser: es un montador de primera y la Dimayor ya lo ha sancionado por eso:
Ahora, usted se preguntará cómo se la llevan entre ellos los dos tiburones. Pues mal, pésimo. En las últimas declaraciones del viejo de maché, el olvidado que montó la tradición y le dio el emblemático apodo al equipo, se siente el resentimiento por el moderno inflable salserín. Para él Willy no es un tiburón, apenas llega a “aborto de delfín”. Y bueno…
Foto:
El Heraldo
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