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La venta de James Rodríguez al Atlético de Madrid sería maravillosa. No para el Real Madrid, que renuncia a una de las mejores zurdas del mundo para dársela al vecino, sino para el jugador, que podría así cerrar esa puerta de una vez por todas y poner un rumbo definitivo y nuevo a su carrera.
Ir al Napoli de entrada no suena mal, pero —si se analiza bien— sería seguir metido en la misma espiral de los últimos dos años. Como al Bayern, al Napoli James llegaría cedido. Y claro, jugaría los minutos que quiere (y necesita), pero siempre con el asterisco de tener su pase en las oficinas del Real Madrid y con el escrutinio permanente de hinchas y directivos a ver si “vale la pena comprarlo”. Un componente de duda que mantendría vivas todas las incertidumbres mediáticas que tanto lo han afectado y que no le han permitido poner los ojos en el horizonte. Además, en Italia, si bien estaría con ‘Papá Ancelotti’ —que ya dijo que lo quiere—, le podría pasar la que le pasó en Múnich: que corran al entrenador y que otra vez quede James a la merced del gusto de un nuevo entrenador; en la incertidumbre de si lo quieren o de si lo van a devolver a Madrid.
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Entonces, el viaje a Napoli aunque no huele mal, tiene sus otrosíes. En el Atlético de Madrid el tema es más concreto y seguro. Se sabe que el Cholo lo quiere, se sabe que es un pedido explícito de un entrenador que lleva años en el cargo, que tiene estructurado un proyecto deportivo a largo plazo y al que no correrían ni porque descendiera a Tercera División. Por otro lado, con la marcha de Griezmann, James llegaría con estatus de jugador franquicia a ser una de las figuras del equipo, condición esencial para que pueda desplegar todo su repertorio. Eso sin entrar a valorar que —como él ha dicho— le viene bien la vida en Madrid, que no tendría que aprender otro idioma y que tiene la nacionalidad española, todos factores que predicen una adaptación armónica.
Eso no es todo, y ni siquiera lo más importante para sus paisanos. En el ecosistema de Simeone, por su liderazgo y su modelo, James podría dar el salto para convertirse en el líder definitivo de una Selección Colombia que, por lo que le vimos a Queiroz en la Copa América, le exige mucho más compromiso defensivo y disciplina táctica cuando el equipo pierde el balón. Esa pizca de personalidad y entusiasmo que necesitan los magos para marcar diferencia en los partidos en los que se acusa más que el solo talento.
Finalmente, por lo que se ha visto en los últimos años, y teniendo en cuenta el calibre de las contrataciones que está haciendo, el Atlético ya está consolidado en el grupo de los “Grandes de Europa”. Ir a Manzanares es una garantía para mirar a los ojos al Real Madrid, al Barcelona y a todos los transatlánticos que compiten en la Champions.
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A sus 28 años, James todavía está a tiempo de acabar con la irregularidad de los últimos cuatro años. Está en un momento crítico y debe escoger bien. En la casa del vecino está ante de la posibilidad de cerrar el capítulo Real Madrid y reencaminarse en la carrera que nos prometió aquel 28 de junio de 2014 en el Maracaná.