La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Santa Fe parece suspendido en el tiempo. El proyecto Camps nunca despegó y otra vez el Rojo es último en la tabla. El vergonzoso 4-0 contra el Tolima sentenció al argentino que ni siquiera tuvo el estómago para dar una última rueda de prensa. Ahora, la dirigencia se encuentra en un punto crítico y si vuelven a caminar sobre los errores del pasado se la van a dejar fácil al Fantasma de la B.
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En Colombia el descenso es cruel con los chicos y cariñoso con los grandes. El que recién asciende se tiene que lucir para quedarse en la A y el que lleva tiempo en la élite tiene que hacer tres años muy flojos para ponerse en riesgo. De esos tres años Santa Fe ya hizo uno muy malo y medio terrible. Como van las cuentas, si la cosa se mantuviera así, Santa Fe arrancaría el 2020 a tres puntos del descenso. Un número aterrador que, sin embargo, por el modelo condescendiente con los equipos tradicionales, todavía no es matemáticamente fatal.
Dos semestres, aceptables, clasificándose a los ocho, acabarían con la zozobra. El problema en estos casos es que la presión por volver a ganar (aunque sea un partido) se hace mayor semana a semana y que las dirigencias caen en un torbellino de errores de los que es casi imposible salir. Justamente, este último es el caso de Santa Fe.
El problema, entre otras cosas, ha sido la displicencia y la falta de criterio para tomar decisiones en momentos que eran críticos. Que Agustín Julio, primero, asumiera como interino en 2018 y que Sanguinetti, segundo, no cuajara era algo que podía estar entre los planes. Pero una vez fracasó la fórmula, volver a insistir con un interino y rematar, otra vez, con un técnico aprendiz sin pergaminos es algo que francamente no tiene explicación. Pero a Carreño no le bastó con eso…
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El expresidente de Santa Fe fue más lejos: en un acto de irresponsabilidad sin precedentes mantuvo a Bedoya incluso después de haber firmado a Camps, porque “este semestre ya no nos jugamos nada”. Así, no solo se perdieron puntos valiosos, sino que se dejó pasar la oportunidad de probar si Camps tenía, o no, las capacidades que demandaba el momento del club. Hoy, a mala hora se sabe que no y después de cuatro fechas del segundo semestre Santa Fe está 11 puntos más cerca de la B y en una crisis institucional sin precedentes.
No era el momento para ponerse a inventar. Santa Fe necesitaba un técnico de jerarquía inmediatamente después del fracaso de Sanguinetti. Y no tenía que ser Juan Carlos Osorio, bastaba con el Pecoso Castro o cualquier otro conocedor de nuestro fútbol, alguien que estuviera toreado y tuviera el cuero para darle la vuelta al timón cuando todavía no se había prendido la alarma.
Ahora la alarma suena con potencia y, para colmo, Méndez ya anunció que el plan —¡otra vez— es buscar un interino que minimice el daño hasta diciembre y ahí sí arrancar un nuevo proyecto. Una cosa de locos. Por ahora suena Harold Rivera, el tolimense que devolvió al Unión Magdalena a la A, una apuesta menos arriesgada, pero explícitamente provisional.
Reciba
El reloj sigue corriendo, las semanas pasan y, por lo que se ve, la dirigencia sigue parada sobre el mismo error. Si las victorias siguen sin aparecer, si el equipo mantiene la involución, si se mantiene la inoperancia, el 2020 será una caída en barrena. Y ahí sí…
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