A qué no tenía ni idea de esta joyita que deambuló por el Metropolitano de Barranquilla.
Corría la temporada de 1996 en el fútbol colombiano. Junior peleaba a muerte en la mitada de la tabla y para solucionar el rollo mandaron a traer al capitán de la Selección de Gabón (¡Yerda!). Su nombre: Pierre-François Aubame Eyang. De cariño le decían ‘Yaya’.
Se mudó a Barranquilla con su esposa y sus tres hijos: Caitilina, Willy y el famoso Pierre Emerick (tenía seis años en ese entonces). Cuenta el gerente del equipo que apenas llegó se enloqueció y le exigió a Fuad una mansión y un escolta las 24 horas del día. Todo un lunático.
Debutó un 24 de marzo contra el Bucaramanga de visitante. Entró de titular y durante 72 minutos fue el guardia de la línea de volantes del Junior. No fue una cosa impresionante, pero cumplió.
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‘Pachequito’, compañero del gabonés por aquel tiempo, recuerda:»A Aubameyang le ‘mamábamos gallo’ y lo poníamos a bailar porque bailaba salsa, vallenato, merengue, de todo”. Y al parecer ni Víctor Danilo, ni Alexis Mendoza, ni ninguno de sus compañeros se dio cuenta que la montadera no le gustaba.
Luego del debut se abrió como un bólido y nadie supo más de él. Ni siquiera duró un mes. Hay quienes piensan que se braveó con Fuad por el cuentico de la mansión. Otros dicen que al nené Pierre Emerick se la montaron en el colegio y el papá no se aguantó la maricada.
Al final terminó ese año jugando en Francia, en el Niza. Por allá se cambió de nombre, unió sus apellidos y de ahí nació el Aubameyang que todos conocemos. Más tarde se convirtió en ojeador del Milán y se llevó a sus críos para allá. Movió sus palancas y los hizo debutar a todos a punta de rosca, después cada quién aprovechó lo que más pudo. Hoy sabemos quién se quedó con los buenos genes.
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Hoy vive tranquilo y feliz comiéndo fish & chips en la isla donde inventaron el fútbol. Su hijo le compró la mansión que tanto le pidió a Fuad y ahora tiene tan solo unos veinte policías cuidándole la espalda. Qué rica la vida así.
Foto:
El Heraldo
Daily Mirror