La llegada de Santi Arias al Atlético es un premio a la dedicación y a la regularidad que perpetuada es genialidad.
Un tipo tranquilo ese Santi Arias. Sin prensa, sin declaraciones incendiarias, por ahí una propaganda de unos tenis y no mucho más. Escasamente lo vemos. Apenas nos damos cuenta de que está ahí. El suyo ha sido un camino largo, con el deber siempre cumplido, sin cambio de ritmo pero sin pausa, en silencio, yendo y volviendo por la banda. Nada genial, siempre regular. Un tipo de bajo perfil ese Santi.
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Han pasado casi diez años desde que lo vimos con su cara de niño en La Equidad. De ahí a la Selección Colombia Sub-20, y luego para Portugal y después para Holanda. Diez años en los que, sin darnos cuenta, jugó dos Mundiales y se convirtió en el mejor jugador de la Eredivisie.
Y entonces, porque la regularidad, cuando se perpetúa, se pinta de genialidad, hace unas horas lo anunciaron como nuevo jugador del Atlético de Madrid. Desde hoy se entrenará, silencioso como siempre, para jugar guiado por el ‘Cholo’, junto a Godín, Filipe Luis y Josema Giménez. Tres elegidos. Cuatro, porque a Santi le llegó la hora.
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No hay nada más lindo en este mundo que la gente inteligente, buena, notable, que lo es sin darse cuenta. Sin autobombos, sin ruido, sin tantas conferencias de prensa. Un jugador común por fuera de lo común ese Santi.
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