Estudiante (mediocre) de Periodismo. Comenzando el noble viaje de vivir contando historias y tratar de no morir de hambre en el intento. En Twitter: @horrorfosforo
La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Y pasó. Después de 363 días y 25 partidos, en el Campín volvió a llover. Volvió la amargura de jugar mal, de no entregar una pelota redonda, de comerse caños y de correr detrás del contrario la mayoría del tiempo. Volvió a ser, después de muchos meses, una noche helada para todos los hinchas en la tribuna, porque se perdió jugando horrible y perder así es a veces más doloroso que perder con un gol sobre la hora o con un penalti que no fue, porque se mezcla con la impotencia de saberse inferior y superado por el que está al frente.
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Después del partido a uno de le quedan un montón de preguntas. Primero sobre el profe Russo, porque hay cosas que, más allá de la gran capacidad que ha demostrado para conducir el barco, sencillamente no se entienden, como el hecho de que un tipo como César Carrillo que se ha cansado de romperla cada vez que tiene oportunidad, siga estando por detrás de un Henry Rojas que sencillamente no ha cuajado hasta ahora.
También es cuestionable la ausencia de Marrugo, que contra Patriotas mostró que sigue siendo el tipo de jugador capaz de echarse el equipo a la espalda, de pedir el balón y de construir en medio de la infertilidad.
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El tema es que también, más allá de si Russo elige bien o no a los jugadores que se paran en la cancha, ellos también hacen que uno se rasque la cabeza. Atrás, los errores amateurs de De Los Santos y Cadavid y los laterales que siempre pierden la espalda. En la mitad Duque, al que todavía le faltan un par de puntos para volver al nivel del semestre pasado y que muchas veces queda mal posicionado, sumado a la ausencia tanto en ataque como en defensa de Macalister. Y arriba Salazar que se cayó del extraordinario momento en el que venía.
Claro, negar el partidazo que hizo el DIM sería de necios. Un equipo empoderado que llegó a Bogotá sin miedo alguno a robarle la pelota al local, convencido en salir jugando desde atrás, parando a la defensa a 30 metros del arquero y con un delantero como Germán Ezequiel Cano que cuando se cree el cuento y juega un partido como el hoy, clarito, enchufado, le recuerda a todo el FPC que es uno de los mejores artilleros de la liga.
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Para Millos se viene una semana dura: el miércoles contra General Díaz se juega la mitad del semestre y Russo tiene la tarea de convencer a sus muchachos de que no son, ni de cerca, la clase de jugadores que estuvieron hoy en el Campín.
Lo único bueno de estrellarse como se estrelló Millos hoy, es que ya nada puede salir peor, no se puede jugar peor, solo queda levantarse y seguir construyendo.
Foto:
El Tiempo
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