El Medellín fue mejor y le ganó 2-1 el clásico paisa a Nacional.
Son partidos excitantes. Emocionan al hincha. Llenan el estadio. De fútbol, lo que se llama fútbol, sin embargo, ofrecen poco. Muy poco. Los clásicos están sobrevalorados por el futbolero. El miedo a perder suele imponerse y la cosa deviene en patasera. Más roce que pase, más vehemencia que cerebro. Demasiadas imprecisiones.
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El uno de verde, el otro rojo. Uno pegado a la banda derecha ante la falta de recursos, el otro obsesionado por atravesar la cancha por adentro, meterse por el ombligo. Nacional, con un equipo plagado de jugadores vertiginosos, y sin volantes de armado, no tuvo mucho más que dársela a los hombres en banda y apostarle al centro. Medellín, que no tiene hombres vertiginosos en banda, vivió de lo que el intermitente Ricaurte se sacara del sombrero. Lo lindo es que cuando le cae el balón, siempre saca un conejo. El primer tiempo fue esta misma escena sucediéndose minuto a minuto. Opciones claras hubo pocas y el DIM se fue a las duchas con un gol porque Germán Ezequiel les saca jugo a las piedras.
El desenlace fue coherente con lo que habíamos visto. Medellín haciendo lo suyo fue mejor en todo y a Zambrano, se sabe, no le da miedo atrincherarse para cuidar un resultado. Y así lo hizo. La cosa es que, en una jugada de propaganda de Nike, Larry Angulo cabalgó por adentro, combinó con Caicedo e hizo un golazo.
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A partir de ahí, el Rojo regaló el balón y la cancha. El Verde, con todo el campo por delante, volvió a ser lo que es últimamente: un monumento a las ganas sin ideas. Suspenso hubo hasta el final. Al 88’, un gol de Dayro a la maldita sea, con el culo y de rebote, hizo temblar a Zambrano. Pitazo final. 2-1 de milagro y tres puntos para el que fue mejor.
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DaleRojo.net
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