Psicólogo en desuso, editor hecho a pulso y futbolista recontra frustrado. Vivo por el fútbol y por eso soy incapaz de tomármelo en serio.
La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
En estos años en los que la numerología ha perdido peso en el fútbol y los grandes jugadores lo son a pesar del número que lleven en la espalda, el 10 sigue siendo un fenómeno especial. Esto pensando en el revuelo que se armó porque Nacional le dio la número diez al ‘Indio’ Ramírez.
Sigue siendo especial, pues nunca se oye decir que “es increíble que la 3 de Nacional la lleve Aguilar”, “que no puede ser que el 23 de Santa Fe sea de Víctor Giraldo”, o que “qué payasada que el 9 de Millos lo tenga Pepito Pérez”. No. En el imaginario del hincha, el 10 todavía tiene un tono especial y él que lo lleva carga con un peso extra. Por eso, en Medellín todavía no pueden creer que el relevo de Macnelly sea un jugador con tan poca experiencia, un juvenil —cada vez menos juvenil— del que se habla desde hace varios años pero que todavía no le ha cumplido a su promesa.
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Si las expectativas por Ramírez de por sí eran altas, el rollo del número puso a la orden del día la crítica fácil y vacía de todos los que siguen creyendo en numerología. Porque más allá de que ciertamente ha influido poco, la crítica más popular por estos días se queda en el simple hecho de que Juan Pablo Ramírez juegue con la de Macnelly y Gio Moreno. Crítica que pasa de largo una pregunta fundamental: ¿qué significa ser el 10 verde? Pues aunque vaya en contra de la leyenda del número, uno puede llevar el 45 y ser el enganche de un equipo que juega con enganche, o llevar el 10 y jugar de volante interior o de central (¿se acuerdan de William Gallas, el central del Arsenal que siempre se vistió con el 10?). ¿Acaso la cosa sería diferente si el ‘Indio’ llevara el 19 o el 33? ¿Qué pasaría si Almirón le hubiera entregado la 10 a Castellani o a Aldo?
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El ‘Indio’ ha jugado mal. Contra Tolima apenas se vio y contra Patriotas se hizo notar por el exceso de imprecisiones. Sin embargo, el problema de Nacional no es Ramírez y más bien hay que decir que para Ramírez es un problema como juega Nacional. El hincha le exige ser 10 en un equipo que juega sin 10. La verticalidad que propone Almirón hace que la zona en la que juega el ‘Indio’ sea una zona de tránsito rápido y esto le dificulta a él encontrar socios para proponer asociación en corto y jugar a lo ancho; es un jugador que vive por y para la pausa. Entonces, en el ir y venir del balón, siempre arriado de un arco a otro por extremos y laterales, Ramírez, por características, no ha sido más que un observador y en el mejor de los casos un tramitador secundario.
De ninguna manera significa esto que Almirón deba adaptar su idea de juego al jugador, tampoco quiero decir que Juan Pablo Ramírez sea el próximo James: que el entrenador lo siente si lo tiene que sentar y que el jugador mejore lo mucho que tiene por mejorar, pero ciertamente el hincha tiene que saber que la crisis de juego de Nacional va mucho más allá de un número.
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GolCaracol
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