Oramos porque en el fútbol los artistas, los rebeldes, los gitanos, sigan mirando al resto desde arriba, arrogantes, sabiéndose fundamentales.
Pedimos que se crean el cuento. Que en el rectángulo verde, sabiéndose seguidos por millones de personas, encandillados por los flashes, continuen su performance. Su ficción. Que nos sigan haciendo creer que cumplen órdenes y que hacen parte de un guión en el que no creen.
Oramos para que sigan desafiando, con su caminado indiferente, con sus firuletes inoportunos, con sus pausas arbitrarias, la sobrestimada responsabilidad que el fútbol les exige.
Oramos por su desobediencia. Para que se permitan una de más. Para que se burlen del juego simple.
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Oramos por más noches así.
Pedimos que resistan. Que no se quiebren. Que las exigencias metálicas de los jeques que son dueños de sus pases no corrompan ni aplaquen su genio.
Que se junten, que se busquen, que conspiren en manada. Que agrupados se hagan intocables.
Oramos para que por éxito entiendan hacer lo que les venga en gana. En subida o en bajada. Siempre.
Pedimos, en fin, para que con la frecuencia precisa, la tierra siga pariendo figurines lánguidos y elásticos que en tardes como las de ayer, al minuto 94, burlándose de la presión, como jugando fútbol playa, flotando, sean capaces de ese enganche sublevado, indefendible, seguido de ese de ese soplo sutil y venenoso al corazón del área que nos hace pensar que el mundo es un lugar feliz. Un lugar feliz gobernado por artistas.
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