La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón.
Esta vez no ha sido por falta de oportunidades. Autuori lo ha puesto y Juan Pablo Ramírez ha jugado mal. Él lo sabe, y si no se dio cuenta por sí mismo, el técnico se lo hizo saber. Ya antes lo había mandado a las duchas en el entretiempo, esta vez lo sacó al 36’ del primer tiempo. Resignado y entre el abucheo masivo de los suyos, Juan Pablo caminó al banco mientras hacía esa mueca infantil del que está aguantando el llanto. Apenas se sentó, como si lo hubiera abrazado la mamá, se quebró.
Sus lágrimas se hicieron virales y los hinchas de sofá, en gavilla, se las cobraron al entrenador. Lo acusaron de injusto, pues en ese momento había jugadores que estaban peor, que habían cometido errores puntuales y fue feo que el pato lo terminara pagando el señalado Juan Pablo. El argumento sale fácil, pero es falaz. El partido iba 0-2 abajo y la responsabilidad del entrenador era darle la vuelta. Sacar al arquero o a los centrales no era solución, tocaba revolucionar el ataque y el sacrificado fue el ‘Indio’. Luego, el partido de Cepellini y el gol del empate le dieron la razón.
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Es difícil no conmoverse con esas lágrimas y dudo que para el entrenador haya sido una decisión fácil. Sin embargo, ni la frustración del jugador ni su mal momento se le pueden achacar a Autuori. El fútbol, como el mundo real (como su trabajo y el mío), es frío y seco, no entiende de lágrimas. Son jugadores profesionales y lo que le pasó a Juan Pablo, le pudo haber pasado a cualquier otro jugador que estuviera haciendo un mal partido.
Autuori tuvo que tomar una decisión y ahora Juan Pablo tiene que coger las riendas de su situación. Ante la adversidad, debe salir del hueco mental en el que se encuentra. Independiente de la razón, lo que ha mostrado este semestre está muy por debajo de lo que prometen su talento y sus condiciones técnicas; y solo en sus pies está darle vuelta al marcador. Será él quien deba demostrar si tiene cabeza o no para la presión del fútbol de élite. Responsabilidad del entrenador es hacer lo posible para que el equipo funcione, responsabilidad de los jugadores es funcionar como se les pide que funcionen.
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Autuori decidió, Juan Pablo lloró. Hasta ahí, todo legítimo. Ahora, hablando de responsabilidades, podría uno preguntarse por las de la hinchada. Porque ciertamente debe ser difícil jugar bien cuando los que están ahí para apoyarte te abuchean y te dan la espalda.
Porque no debe ser fácil jugar bien si te pitan cuando sí y cuando no. Porque si quieren que juegue bien, deberían darle la mano. Porque si alguien debe mimarlo, son ellos, mucho más que Autuori. La hincha del equipo más infuyente del país, debería saber desde hace rato que a sus hoyas, a sus pelados, más vale mimarlos que condenarlos. Abrácenlo, háganse responsables.
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El País